A todo el mundo le gusta la música. A unos les gustará más y a otros les gustará menos, pero todos, absolutamente todos, hemos disfrutado en algún momento de nuestras vidas escuchando una canción.
Es cierto que algunas personas sienten la música con más intensidad. No pueden evitar dejarse llevar por unas notas que les transportan a otro lugar, que les traen viejos recuerdos o que les aportan ese consuelo emocional que necesitan. Esas personas incluso pueden llegar a notar físicamente las consecuencias de estar escuchando una canción y, en ocasiones, sienten una sensación que recorre todo su cuerpo en forma de escalofrío que les llega a poner la “piel de gallina”. Pero ¿por qué ocurre esto?
La explicación científica
Todas las sensaciones corporales y mentales tan intensas que causa la música en nuestro cuerpo tienen una explicación científica según una investigación publicada por Social Cognitive and Afective Neurscience.
La explicación, así de manera sencilla, viene a decir que aquellas personas que llegan a sentir la música de tal forma que una canción puede llegar a ponerles los “pelos de punta” tienen una estructura cerebral diferente.
Su corteza auditiva se comunica de una manera distinta con aquellas áreas del cerebro que están asociadas con el procesamiento emocional. Dicho de otra forma, estas personas que viven así de intensamente la música tienen muchas más fibras que unen las dos regiones, creándose una transmisión distinta a la de otras personas.
Evidentemente, aquellas personas que tienen una mayor inquietud musical o que están intelectualmente más comprometidos o familiarizados con la música pueden vivir este fenómeno y sentir la “piel de gallina” cuando escuchan un determinado tema por el que sienten predilección. En este sentido, podemos decir que, más allá de que existan personas con una estructura cerebral diferente, también hay otras que pueden ser más propensas a vivir estas reacciones cuando entran en contacto con la música.
El poder de la música
Al margen de todo esto, los resultados obtenidos por los investigadores de la Social Congnitive and Afective Neurscience aportan mucha información tanto científica como filosófica sobre los orígenes evolutivos de la estética humana, concretamente en el campo de la música. Incluso explicaría por qué la música es un artefacto transcultural indispensable, presente en todas las civilizaciones de todas las épocas: la música se percibe a través de un canal (el auditivo) que conecta con los centros del procesamiento emocional y social del cerebro humano, de ahí su presencia tan trascendental para la sociedad.
Resulta realmente emocionante ver cómo en un concierto hay miles de personas, procedentes de distintos lugares, con trayectorias vitales opuestas, viviendo momentos personales distintos… y que, sin embargo, en ese momento todos forman un único ser, sintiendo y vibrando gracias a esa canción que comienza a sonar y que hace que su piel se ponga de gallina mientras un escalofrío recorre su cuerpo. Es la magia de la música.
Una magia que, viendo las reacciones que es capaz de provocar, hace que la música cada día esté más presente en terapias y que se estudie su uso para el tratamiento de enfermedades, desde algunas de carácter psicológico como puede ser una depresión a otras neurodegenerativas como el Alzheimer.